La figura muestra el rendimiento espectral de las lámparas de sodio de baja presión, de sodio de alta presión y de vapor de mercurio. La máxima sensibilidad espectral del ojo humano durante la noche coincide aquí con el color amarillo, en tanto que los colores violetas, azules y rojos son ineficientes, pues aún que no se vean o lo sean precariamente, están presentes y producen un consumo innecesario de energía. Por otra parte, cuanto más ancha es la región del amarillo iluminada por las lámparas, más sensación de color tenemos, pero al mismo tiempo contaminan más el cielo impidiendo la observación de los astros. La "moda" (no obedece a otro criterio) impone el uso de lámparas de vapor de mercurio (la fría luz blanca) y de sodio de alta presión (luz amarilla), pues producen una sensación más "agradable" de cromatismo.
Sin embargo, estos tonos de luz se consiguen a costa de utilizar metales altamente contaminantes (mercurio), muy peligrosos para la vida, incluida la humana, que se deberían reciclar pero que no se hace por su alto coste o en cualquier caso no se lleva ningún control efectivo de dónde van a parar estas lámparas una vez agotado su período de vida. Además, a igualdad de iluminación, tienen un consumo eléctrico muy superior comparado al de las lámparas de sodio de baja presión. En pocas palabras, el capricho de un ingeniero municipal o de un ayuntamiento usando lámparas de vapor de mercurio o de sodio a alta presión porque "hacen bonito", puede constituir una grave falta de civismo, pues no sólo afecta a la zona iluminada, sino que tiene repercusiones en el conjunto de ciudadanos de un país, pues corren el peligro de ser intoxicados y encima deben pagar más para reciclar unos productos contaminantes que ellos no han utilizado, además de malgastar energía y dinero. Por todo ello cabe exigir responsabilidad a nuestros ediles, y este tipo de lámparas debería ser instalado con mucho cuidado, sólo en aquellos casos en que sea imprescindible. Lamentablemente, a pesar de su peligro potencial, éstas son las lámparas que alumbran nuestras calles, lo cual dice bien poco en favor de nuestros gestores municipales, de sus inquietudes por el medio ambiente y de cómo administran nuestro dinero.
El uso indiscriminado de las lámparas de vapor de mercurio y de sodio de alta presión también es muy nocivo para la conservación de la biodiversidad. Esto es debido a que los insectos (seres básicos en la cadena trófica) poseen la visión desplazada hacia el azul y el violeta, mientras que son ciegos a la luz roja. Por si fuera poco, un número muy importantes de ellos son de costumbres nocturnas. Las lámparas de sodio de baja presión les afecta muy poco, pues prácticamente no ven su luz, pero en cambio las de sodio de alta presión y particularmente las de vapor de mercurio alteran profundamente su vida: imposibilidad para aparearse, fácil presa de los depredadores, desequilibrios en muchas especies, falta o deficiente polinización de las plantas (bajos rendimientos agrícolas), etc. Es decir, que desde el punto de vista ecológico la contaminación lumínica puede llegar a ser tanto o más grave que el hecho de contaminar las aguas de un río.
Rendimiento de los diversos tipos de lámparas
Tipo de lámpara Lumens por vatio
Incandescente 20
Vapor de mercurio 60
Haluros metálicos 80
Fluorescente 100
Sodio de alta presión 140
Sodio de baja presión 200
La tabla muestra que la luz menos agresiva para el medio ambiente y para la observación astronómica, la de sodio de baja presión, es la más eficiente (menor consumo) de todas, en tanto que el contaminante vapor de mercurio, preferido por muchos ayuntamientos y de uso en casi todos los centros urbanos, es la que gasta más, después de las lámparas domésticas de filamento. Además, las lámparas de vapor de mercurio envejecen rápidamente y deben ser sustituidas con gran frecuencia o de lo contrario, consumiendo lo mismo llegan a alumbrar la mitad de lo indicado en la tabla